¡Oh my podcast!

Ya no hay cronómetros que alcancen. Como un velocista de élite, el podcast sigue rompiendo récords. A los casi 90 millones de episodios que según IMDB (Internet Movie Database) existen publicados al día de hoy, tenemos que sumarle el crecimiento acelerado que, como fichas que caen en un taxímetro, agrega títulos hora tras hora.

En un mercado dominado ampliamente por el idioma inglés, la influencia del podcasting corre como un reguero de pólvora y se multiplica en todas las lenguas.
Esta explosión de contenidos de audio se hace evidente en el crecimiento de los alojadores, que son las plataformas que se ocupan de que los podcasts lleguen en tiempo y forma a sus oyentes. Anchor, con el 47.87% del mercado, ve cómo se van multiplicando y acercando sus competidores, entre los que Buzzsprout comienza a tomar envión.

En cuanto a las aplicaciones más utilizadas para su reproducción, Apple Podcasts pica en punta con el 47% de los usuarios, seguida por Spotify (24,4%) y Google Podcasts (2,4%). El resto se divide entre otras plataformas, entre las que CastBox es la más saliente con el 2%.
Estos datos no significarían nada si no fuese porque estamos ante un fenómeno que está muy lejos de encontrar su techo.

La inversión publicitaria para podcasting en los Estados Unidos se calcula en dos mil millones de dólares para 2024, en una actividad cuyo retorno de la inversión (ROI) ha crecido el 30% en los últimos años, superando ampliamente el que se puede obtener con otros medios de comunicación.

Semejante explosión estadística genera nuevos interrogantes y conjeturas, al tiempo que gran cantidad de anunciantes, agencias y profesionales independientes ven en el podcast una nueva oportunidad para desarrollarse.
La enorme capacidad que este formato ha demostrado para contar historias y llegar de modo único y personal a los oyentes, parece ser el arma secreta que le asegura a los podcasters un largo camino de éxitos por delante.

Los 90 millones de capítulos que están circulando entre todas las aplicaciones y navegadores son una muestra cabal de que la historia de este formato tan práctico y querible se dirige vertiginosamente hacia su “edad dorada”. Y lo hace en un camino que, más temprano que tarde, lo llevará muy lejos: a cada rincón donde haya una palabra para decir y un oído para escucharla.